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Adoración Nocturna Española

 

Adorado sea el Santísimo Sacramento   

 Ave María Purísima  

 

 

2009

 

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“MUJER, AHÍ TIENES A TU HIJO” (Jn 19,26)


    Jesús en la cruz está obsesionado por la suerte de los “suyos”, los ”que el Padre le había dado” (Jn l7), sus actuales discípulos y “los que por medio de su palabra habían de creer en É1” (Jn 17,20).

    Como en la Oración Sacerdotal de la Última Cena, sigue pensando que “ninguno se ha perdido salvo el hijo de perdición” (Jn 17, l2). Pero en aquel momento, cobardemente ausentes unos, y todavía no existentes los más, sólo tiene a la vista a Juan. Es el único allí presente entre sus innumerables discípulos actuales y futuros.

    Y señalándolo -es decir, señalándonos- a todos en é1, dice a su Madre:

    - Mujer, ahí tienes a tu hijo. Que es como si dijera:

    - Son mis hermanos. El Padre “les concede, a cambio de creer en Mí, la posibilidad de ser hijos suyos” (Jn l, l2) por adopción, como Yo lo soy por naturaleza. “Cuando Yo estaba entre ellos, Yo los cuidaba” (Jn 17, 12) como Hermano Mayor, “Primogénito entre muchos hermanos” (Col 1, 18). Pero ahora que me voy, cuida de ellos Tú.

    Jesús no llama a María por su nombre, ni le da el dulce título de Madre.

    La llama simplemente “Mujer”, quizá para recalcar su papel de Segunda Eva. Porque “mujer” -simplemente mujer, todavía no madre- era Eva al momento de pecar. Sólo después fue la “Madre de todos los vivientes” (Gen 3,20). Y “Mujer” -simplemente mujer- llama Jesús a María, la Segunda Eva, momentos antes de convertirla en Madre de todos los engendrados a la vida divina.

    ¡La Madre de Dios es mi madre!

    La madre física de Jesús, la madre biológica del Hijo de Dios hecho Hombre, es la madre mística de los que, incorporados a Cristo por el Bautismo, formamos un Cuerpo Místico en Él y con É1. Místico no quiere decir metafórico, sino misterioso: algo real, aunque solo perceptible con los ojos de la fe. La Madre real de la Cabeza es madre real de Cristo en su totalidad. ¡Madre de la Iglesia!

    Decir que María es mi madre no es una frase bonita.

    Es una hermosísima realidad.

    María, como nueva Eva, es la madre de los nuevos vivientes a los que la unión con Jesús Cabeza ha hecho miembros de su Cuerpo, participantes reales de su vida divina.

    Ahora, Madre, no puedes guardamos rencor.

    Tenemos conciencia de haber sido, con nuestros pecados, los verdaderos asesinos de tu Hijo, que está muriendo en la Cruz.

    Pero las madres no guardan rencor, y Jesús acaba de decirte que somos tus hijos.
Pídele a Dios por nosotros.

    Cuando Absalón dio muerte a su hermano Admón, y David, padre de ambos, quería vengar la muerte del segundo castigando al primero, una mujer de Tecoa se presentó al Rey simulando una desgracia personal: "Tu sierva -le dijo- tenía dos hijos. Se pelearon en el campo, donde nadie los podía separar y el uno mató al otro. Y ahora tu justicia me quiere matar al hijo que me queda”. David se sintió aludido, y emocionado por las palabras de la mujer, perdonó a Absalón.

    Ahora, igual.

    Nosotros matamos a tu Hijo.

    Si Dios descarga su justicia contra nosotros, pereceremos nosotros también. Pero Dios te escuchará, si le hablas como la mujer de Tecoa.

    Dile que fue nuestro Hermano quien te lo pidió al morir.

    ¡Monstra te esse Matrem!
    ¡Muestra que eres Madre!


CUESTIONARIO

  • ¿Tenemos idea clara del alcance de la maternidad de María en relación con cada uno de nosotros?
  • ¿Le agradecemos al Señor el regalo que con ello nos hizo?
  • ¿Aprovechamos debidamente el valimiento de nuestra Madre ante Dios?