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Adoración Nocturna Española

 

Adorado sea el Santísimo Sacramento   

 Ave María Purísima  

 

 

2009

 

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“BENDITA TÚ ENTRE LAS MUJERES” (Lc 1, 42)


    Así aclamó Isabel a María, cuando ésta la visitó en Ain Karem:

- ¡Bendita tú entre las mujeres,
y bendito el fruto de tu vientre!


    La aclamación subraya el reconocimiento de la superioridad de la Virgen por parte de una mujer extraordinariamente favorecida con la gracia de la fecundidad milagrosa de la vejez. “Isabel - le había dicho el ángel a María - ha concebido en su vejez, y ya está de seis meses la que llamaban estéril” (Lc 1, 36).

    Para Isabel, lo suyo -con ser fuera de lo normal- había sucedido otras veces en la historia de su Pueblo: Estériles y ancianos habían concebido... Sara la mujer de Abraham, la madre de Sansón, y Ana la esposa de Elcana y madre de Samuel. Lo de María - concepción virginal - no había ocurrido nunca. Y es que no iba a ser madre de ningún Patriarca ni Profeta, sino del mismo Dios. “¿De dónde a mí me venga a mí la Madre de mi Señor?” (Lc 1, 43).

    La expresión ¡Bendita tú entre las mujeres! recurre otras dos veces en el Antiguo Testamento.
En el Cántico de Débora, que recoge el Libro de los Jueces, se dice de Yael, la mujer de Yéber el quenita, porque atravesó con un clavo las sienes del general cananeo Sisara, adversario de Israel:


“¡Bendita entre las mujeres Yael,
la mujer de Yéber el quenita!
Entre las mujeres que habitan en tienda
¡bendita sea!”
(Jueces 5, 24)


    Y en el Libro de Judit se canta de la protagonista, que cortó la cabeza de Holofernes:


“¡Bendita seas, hija de Dios Altísimo,
más que todas las mujeres de la tierra!
¡Y bendito sea Dios, el Señor,
Creador del cielo y de la tierra,
que te ha guiado para cortar la cabeza
del jefe de nuestros enemigos!”
(Judit 13, 18)


    No le van a María alabanzas por esos motivos.

    Ella no se distinguió por proezas guerreras.

    Como no se entienda así el haber contribuido -y es proeza guerrera inigualable- a machacar la cabeza de la Serpiente Infernal (Gen 3, 15).

    Pero Isabel dijo lo que dijo de María por otros motivos.

    La llamó bendita entre las mujeres... ¡por el fruto de su vientre!

    Como aquella mujer de la turba que le dijo a Jesús aquel piropo:


- “¡Dichoso el vientre que Te llevó,
y los pechos que Te alimentaron!” (Lc 11, 27).


    Eso sí le va a María.

    Y sólo a Ella.

    Y si Jesús añadió a la buena mujer de la turba: “¡Dichoso más bien el que oye la Palabra de Dios y la cumple!”, Isabel se encarga de asegurarnos que así lo hizo María: “Dichosa Tú por haber creído que se cumplirán en Ti las palabras que te ha dicho el Señor”.

    También esto le va a María: “Aquí está la esclava del Señor. Hágase en mí según tu Palabra” (Lc 1, 38).

    Y más que a nadie.

    ¿No nos tiemblan de gozo los labios cuando rezamos cada día: “Bendita Tú eres entre todas la mujeres”?

    Yo sé, Madre, que la Maternidad divina es en Ti privilegio singular, y que en eso eres admirable - ¡bendita entre todas las mujeres! -, pero no imitable.

    Sin embargo, en tu escucha de la Palabra de Dios y su puesta en práctica, todos te podemos imitar.

    Y Jesús ha dicho:

- “Todo el que cumpla la voluntad de mi Padre celestial, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre” (Mt 12, 50).

    Así de bonito.

    ¡Y de verdad!

    Madre, me quiero parecer a Ti.

Cuestionario:

  • ¿Tenemos idea clara de la verdadera grandeza de María?
  • ¿La honramos como Dios la honró y quiere que sea honrada?
  • ¿La vemos, a pesar de eso, cercana e imitable?