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Adoración Nocturna Española

 

Adorado sea el Santísimo Sacramento   

 Ave María Purísima  

 

 

2009

 

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Abril


“¿QUE HACÉIS AHÍ TODO EL DIA PARADOS?”(Mt 20,6)


    La ociosidad -o actitud habitual que rehúye el trabajo- es un vicio que frecuentemente condenan los Libros Sapienciales del Antiguo Testamento. San Pablo es especialmente duro con los holgazanes de Tesalónica “muy ocupados en no hacer nada”, a los que recuerda su consigna: “El que no trabaje que no coma” (2Tes 3, 10ss).

    Pero la ociosidad es mucho más condenable e inconcebible en el orden espiritual y a nivel eclesial: “El Reino de los Cielos es semejante a un propietario que salió a primera hora de la mañana a contratar obreros para su viña” (Mt 20, 1). Y cuando salió con el mismo propósito a la hora undécima, dijo a los que seguían mano sobre mano: “¿Qué hacéis ahí todo el día parados?” En la misma línea -pues parece un eco- habría que situar la reprimenda de los Ángeles a los Apóstoles pasmados en el Olivete ante la nube que acababa de ocultarles al Señor: “¿Qué hacéis ahí plantados mirando al cielo?” (Hch 1, 11).

    Siempre recordaré la sorpresa, ribeteada de cierto escándalo, con que en mis años de estudiante le oí decir en clase de Dogma a un profesor holandés -campechano y simpático él- algo que entonces me pareció demasiado vulgar y que rondaba la irreverencia: "El Cuerpo Místico de Cristo no tiene piojos.” Pero luego me tranquilizó y convenció plenamente la exégesis que a continuación nos hizo de la discutible frase.

    En el Cuerpo Místico que formamos los bautizados con Cristo como Cabeza, “todos somos miembros los unos de los otros” (Rm 12, 5), y “debemos preocuparnos por igual los unos de los otros” (1 Cor 12, 25). Como en el cuerpo físico todos los miembros contribuyen, cada cual ejerciendo su función, al bien del cuerpo entero, y no hay ninguno inútil o sin cometido propio, de igual manera en la Iglesia. No puede haber en Ella miembros parásitos, que se limiten a recibir sin dar nada.

    Estaba en lo cierto mi gran profesor.

    Y lo que dijo con extraordinario grafismo era profundamente teológico. Habría que repetirlo a voces para que se dieran por enterados -nos diéramos por enterados todos- cuando olvidamos que a la Iglesia no hemos venido sólo a recibir. Haremos muy bien en aprovecharnos -avaramente incluso, que no es pecado- de los bienes que nuestra inserción en el Cuerpo Místico de Cristo nos proporciona. Pero a sabiendas de que no podemos ni debemos limitarnos a eso. Pertenecer a la Iglesia no es simplemente haber tenido la suerte de entrar en el nuevo Arca de Noé, fuera del cual no hay salvación, y sentirnos por tanto en vías de ser salvados.

    Es mucho más.

    Es formar parte de un cuerpo en el que los miembros todos tenemos que trabajar unos por otros, y donde juntos formamos una Comunidad Salvadora, que debe esforzarse por llevar a todos los hombres una salvación que para todos mereció Cristo y que de la Iglesia y en Ella recibimos nosotros.

    Alguna vez tenemos que convencernos de esto.

    Más vale tarde que nunca.

    Aunque sea a la hora undécima, habría que oír como dicho a cada uno de nosotros lo que el Dueño de la viña dijo a los que estaban sin trabajar:

    “¿Qué hacéis ahí todo el día parados?”

    Porque, eso sí. Una cosa está muy clara: en el Reino de Dios no hay subsidio del paro.

    Y no lo hay, porque el paro no debe existir.

    Nadie puede ampararse en la picaresca del desempleo.

    Hay trabajo para todos.

    El que no trabaja es que ha sentado plaza de parásito.

    Mi oración de hoy tiene que ser una visita a la Oficina de Empleo del Dueño de la Viña.

    En ella oiré al cardenal Merry del Val, que me dice: “No todo lo que hay que hacer alrededor de ti lo tienes que hacer tú; pero hay a tu alrededor un quehacer que, si no lo haces tú, se queda sin hacer.”

    Dime, Señor, cuál es ese quehacer.

    Con San Pablo te digo: “Señor ¿qué quieres que haga?” (Hch 22, l0).

 

CUESTIONARIO

  • ¿Me siento miembro inactivo en la Iglesia de Cristo?
  • ¿Me he planteado alguna vez cuál puede ser mi contribución al bien del Cuerpo Místico de Cristo?
  • ¿Qué voy a hacer en adelante?