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Adoración Nocturna Española

 

Adorado sea el Santísimo Sacramento   

 Ave María Purísima  

 

 

2008

 

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«¿DONDE ESTA, OH MUERTE, TU VICTORIA?» (1Cor 15, 55)


    Con estas palabras apostrofa a la Muerte San Pablo al final del capítulo 15 de su Primera Carta a los Corintios, dedicado a tratar de la Resurrección de Cristo y de la futura resurrección nuestra.

    Dice así el himno triunfal que emplea como colofón: «Cuando este ser corruptible (nuestro cuerpo) se revista de incorruptibilidad, y este ser mortal se revista de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: La muerte ha sido derrotada en la victoria. ¿Dónde está, oh Muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh Muerte, tu aguijón? El aguijón de la muerte es el pecado... Pero ¡gracias sean dadas a Dios que nos da la victoria por nuestro Señor Jesucristo!» (1Cor 15, 54-57).

    San Pablo alude a un pasaje de Oseas 13, 14 con cuyo texto hace un ingenioso juego de palabras. La frase que el profeta ponía en labios de Yahvé, preguntando a la Muerte dónde tenía su aguijón, para que lo empleara en castigo del pueblo infiel, la usa Pablo ahora para preguntar a la Muerte dónde esconde su aguijón, que ya no funciona.

    Y es que en la mañana del Primer Domingo de Pascua -aunque entonces no había periódicos que lo publicaran con grandes titulares- tuvo el mundo conocimiento de que la Muerte había sido vencida. No es que se hubiera descubierto algún fármaco que curara todas las enfermedades y evitara la muerte. Es que la misma Muerte había sido derrotada y superada.

    Introducida en el mundo como castigo del pecado, había sido ahora aniquilada por Jesús, que, al destruir el pecado y conceder a sus seguidores la posibilidad de liberarse de ÉI, les había dado con ello la oportunidad para liberarse de las garras de la muerte, como él acababa de hacer resucitando de entre los muertos.

    Por ello, «aunque la certeza de morir nos entristece, nos consuela la esperanza de la futura inmortalidad. Porque la vida de los que en Ti creemos, Señor, no termina, se transforma; y al destruirse esta nuestra morada terrenal, adquirimos una mansión eterna en el cielo».

    Dios ha cumplido lo que anunció por Isaías: «Consumiré a la Muerte definitivamente» (Is 25, 8).

    Y así lo vio San Juan en el Apocalipsis: «y el mar devolvió los muertos que guardaba, y la Muerte y el Hades devolvieron los muertos que guardaban y la Muerte y el Hades fueron arrojados al lago de fuego» (Ap 20, 13ss). «Y no habrá ya Muerte, ni llanto, ni gritos, ni fatigas, porque el mundo viejo ha pasado» (Ap 21 , 1 1 ).

    Seguirá teniendo la muerte su apariencia tosca para los que vivimos aquí.

    Y habrá que pasar por ella, porque ése es el precio de nuestro pecado: ser aguijón de la Muerte.

    Pero la fe nos asegura que los muertos en Cristo no están muertos. Él ha vencido a la Muerte para Sí y para nosotros.

    -¿Dónde está, oh Muerte, tu victoria?

    ¡Gracias sean dadas al Señor que nos ha dado la victoria sobre ella por Nuestro Señor Jesucristo!

 

CUESTIONARIO

· ¿Nos entristece la muerte como a los hombres que no tienen esperanza?

· ¿Estamos seguros de nuestra victoria definitiva sobre la Muerte si permanecemos unidos a Cristo?

· ¿Se lo agradecemos debidamente?