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Adoración Nocturna Española

 

Adorado sea el Santísimo Sacramento   

 Ave María Purísima  

 

 

2010

 

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ENCUENTROS CON CRISTO EUCARISTÍA

V.- La Santa Misa. –El Sacramento de la Eucaristía

    

     “En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”. Y después de ponernos todos en la presencia de la Santísima Trinidad, el sacerdote nos dice: “El Señor esté con vosotros”, y nos invita a pedir perdón por nuestros pecados.

    ¿Por qué? Vamos a oír la Palabra de Dios, y vamos a vivir con Cristo la memoria de su muerte y de su resurrección. ¿Qué mejor preparación que la de renovar nuestros deseos de no ofenderle nunca y darle gracias  porque nos invita a vivir con Él? Y ¿cómo renovamos estos deseos? Arrepintiéndonos de nuestros pecados, rechazándolos de nuestro corazón; sólo así podremos gozar del triunfo de Cristo, enriquecernos con su Palabra, y alimentarnos de Él en la Comunión.

    “Nuestro Salvador, en la última Cena, la noche en que fue entregado, instituyó el sacrificio eucarístico de su cuerpo y su sangre para perpetuar por los siglos, hasta su vuelta, el sacrificio de la cruz y confiar así a su Esposa amada, la Iglesia, el memorial de su muerte y resurrección, sacramento de piedad, signo de unidad, vínculo de amor, banquete pascual en el que se recibe a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da una prenda de la gloria futura” (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1323).

    Después de decirnos que la Santa Misa es sacramento y sacrificio, el Catecismo nos invita a considerar la Eucaristía bajo tres aspectos, que vivimos en la celebración litúrgica que hemos considerado:

    -es una acción de gracias y alabanza a Dios Padre;

    - es el memorial del Sacrificio de Cristo, ofrecido en reparación de los pecados;

    -es la presencia de Cristo Resucitado, por el poder de su Palabra y la acción del Espíritu Santo.

    En definitiva, el sacramento de la Eucaristía alimenta nuestra Fe en Cristo; nuestra Esperanza –“prenda de la gloria futura”- en el Cielo; y alimenta nuestra Caridad porque, sin pecado, recibimos el amor más grande de Dios: Cristo mismo en la Comunión.

    Con palabras muy recordadas en la catequesis cristiana desde hace siglos, podemos decir que la Santa Misa es “un acto de adoración; de reparación, de petición de perdón y de acción de gracias”.

    En el sacrificio eucarístico que celebramos no estamos solos con Cristo. Toda la creación es presentada a Dios Padre por Cristo Nuestro Señor, que la ha redimido con su muerte y resurrección. Toda la creación da gloria y alabanza a Dios. Y unidos a la Creación, todos nosotros. Al morir para la redención de nuestros pecados, Cristo glorifica a Dios Padre, y pone a sus pies, mejor, en su corazón, la vida de cada uno de nosotros, la vida de todos los seres creados.

    Y, a la vez,  la Iglesia, la ya triunfante en el Cielo; la que se purifica en el Purgatorio, y la que ama en la tierra,  “expresa su reconocimiento a Dios por todos sus beneficios, por todo lo que ha realizado mediante la creación,  la redención y la santificación. Eucaristía significa, ante todo, acción de gracias” (Catecismo, n. 1360).

    Nuestra Misa es un canto de gloria y de alabanza, de toda la Creación a su Creador, que nosotros vivimos con Cristo, Hijo de Dios hecho hombre, y por “quien fueron creadas todas las cosas”. El Espíritu Santo mueve nuestros corazones en esta acción de alabanza. ¿Cómo vivimos esta alabanza?  Después de rechazar el  pecado en el acto penitencial; confesando a Dios todopoderoso, en unión con los coros de ángeles y de bienaventurados, al recitar el Gloria.

    El final de la Plegaria Eucarística expresa claramente esta acción de adoración y alabanza que el hombre puede vivir, y que ofrece a Dios no sólo desde su propio corazón, sino desde el seno de la Santísima Trinidad.

    “Por Cristo, con Él y en Él, a Ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos”.

    Al vivir la Misa, toda la vida del cristiano, se convierte en un acto de adoración a Dios; de reparación; de petición y de profunda acción de gracias.


Cuestionario.-

-¿Vivimos con atención el acto penitencial, y pedimos de verdad perdón por nuestros pecados?

-¿Somos conscientes de que vivimos la Misa con Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo?

-Adoración y alabanza a Dios. ¿No nos maravilla que toda la creación dé gloria a Dios, mientras se celebra la Santa Misa?