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Adoración Nocturna Española

 

Adorado sea el Santísimo Sacramento   

 Ave María Purísima  

 

 

2014

 

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Bienaventuranzas.-IX.-Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.

 

    ¿Quiénes son los limpios de corazón? Los que alimentan en su corazón el anhelo de vivir la Voluntad de Dios; quienes rezan diciendo con Cristo en el Padrenuestro: “hágase Tu Voluntad en la tierra como en el cielo”.

    Los que viven de la luz de la Fe que “ilumina toda la existencia del hombre (…), revela el amor de Dios, y transforma al hombre que recibe ojos nuevos, para ver el mundo con los ojos de Cristo” (cfr. Lumen fidei, 4). Y con esos ojos y esa luz ven el mundo pensando en la salvación; sufren y padecen, para descubrir los signos de la salvación que Cristo nos ofrece.

    Los que buscan en todas sus acciones la gloria de Dios. Quienes se gozan en servir a los demás en el trabajo, en la amistad, en la solidaridad, y todo, por amor a Dios. Quienes ven el bien en los demás, y no se ensañan contra el prójimo cuando ven el mal. Quienes detrás de cada contrariedad que puedan encontrar en su vida, ven la Cruz de Cristo y la Resurrección que corona y da sentido a la Cruz. Quienes devuelven bien por mal, y luchan para ahogar el mal en abundancia de bien.

    Quienes ordenan todos los movimientos de su alma según el querer de Dios; se esfuerzan en vivir según la Voluntad conocida de Dios, y someten su razón a la Verdad recibida de Dios. Quienes no oponen otra resistencia que la de su fragilidad humana a la acción del Espíritu Santo en ellos, y  el Espíritu Santo sana esa fragilidad.

     Los que convencidos de la afirmación de san Pablo: "Dios hace concurrir todas las cosas para el bien de los que le aman" (Rm 8, 28); descubren y aman la acción de Dios Padre en todos los acontecimientos de su vida. Nunca piensan mal de las actuaciones de los demás, sin que por eso dejen de descubrir  la injusticia y el mal real y objetivo que pueden llevar a cabo, y procuran salvar la intención de todas las personas, hasta que se reconozca claramente su mala acción.

    Los “limpios de corazón” llevan a cabo sus acciones movidos por el “amor de Dios” y en el amor a los demás. Nunca se buscan a sí mismo, ni sus propios intereses, ni desean su propio bien. Siempre se mueven para dar toda la gloria a Dios; y así descubren el sentido divino en todas sus acciones “un algo divino oculto en todas las realidades humanas” (Homilía en el Campus de Navarra).

    Los limpios de corazón se alegran con todo su ser al conocer y vivir el bien que hacen los demás; borran de su espíritu cualquier resto de envidia y dan gracias a Dios por todos los bienes que derrama sobre la Iglesia, sobre el mundo, sobre cada uno de nosotros.

    De tal manera están unidos al querer y a la mirada de Dios, que su corazón  es  un espejo que refleja la luz de la mirada amorosa de Dios sobre el mundo. Sufren por las ofensas a Dios que se llevan a cabo en su entorno, en toda la tierra; y anhelan amar a Dios por quienes no le aman. Y lo hacen de tal manera, que nada les hace daño. A los limpios de corazón se refiere san Marcos al concluir su Evangelio: “A quienes creyeren les acompañarán estas señales: en mi nombre echarán los demonios, hablarán lenguas nuevas, tomarán en las manos las serpientes, y si bebieren ponzoña, no les dañará; pondrán las manos sobre los enfermos, y los curarán” (16, 17-18).

    Cristo subraya la importancia de esta bienaventuranza cuando nos recomienda: "buscad, pues, primero el reino y su justicia, y todas estas cosas (se refiere al comer, el beber, el vestir; o sea las necesidades normales del vivir) se os darán por añadidura" (Mt 6, 33).

    En esta bienaventuranza la acción de la Fe y de la Caridad se entrelazan y se engrandecen mutuamente. La Fe limpia la inteligencia para buscar siempre el bien de los demás y la gloria de Dios. La Caridad purifica el corazón para que el hombre desee siempre servir, aun a costa de dolor y sacrificio, a todos los hombres. Y así el corazón y la inteligencia del creyente, del hijo de Dios en Cristo Jesús,  sea un resplandor de la luz del Cielo en alma y cuerpo, en sus actuaciones y en sus palabras.      

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Cuestionario

1.- ¿Me alegro del bien de los demás y, en especial, de la conversión de los pecadores?

2.-Con mi amistad, ¿animo a quienes se desaniman, se vienen abajo,  y se ven incapaces de salir adelante ante las dificultades que encuentran en el trabajo, en la enfermedad, en sus familias?

3.- ¿Sirvo a los demás en mi trabajo, en la amistad, en las conversaciones, sin buscar que me lo agradezcan, por amor a Dios?