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Adoración Nocturna Española

 

Adorado sea el Santísimo Sacramento   

 Ave María Purísima  

 

 

2011

 

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ENCUENTROS CON CRISTO EUCARISTÍA

VII.- La Santa Misa.- Participación activa y plena en la Eucaristía

    Al ofrecer la Santa Misa con Cristo, por Cristo y en Cristo, el cristiano participa formando un solo corazón y una sola alma –“cor unum et anima una”-, en el ofrecimiento y en la alabanza-adoración que el propio Cristo, Dios y hombre verdadero, rinde a Dios Padre.
Para vivir mejor esa unión con Cristo, nuestra participación en la Eucaristía, Benedicto XVI nos recuerda:

    “Al considerar el tema de la activa participación de los fieles en el rito sagrado, los Padres sinodales han resaltado también las condiciones personales de cada uno para una fructuosa participación. Una de ellas es ciertamente el espíritu de conversión continua que ha de caracterizar la vida de cada fiel. No se puede esperar una participación activa en la liturgia eucarística cuando se asiste superficialmente, sin examinar antes la propia vida. Favorece dicha disposición interior, por ejemplo, el recogimiento, el silencio, al menos unos instantes antes de comenzar la liturgia, el ayuno y, cuando sea necesario, la confesión sacramental. Un corazón reconciliado con Dios permite la verdadera participación” (Exhortación apostólica Sacramentum caritatis, n. 55).

    La participación en la Eucaristía, es una unión de vida en una acción que sobrepasa cualquier horizonte humano; y que no cabe, por tanto, reflejar en sentimiento, en emociones. La sensibilidad humana no tiene capacidad de manifestar, ni siquiera de saborear, la vida de toda la persona con Cristo. Para llegar a una participación plena en el sacrificio de la cruz y en la resurrección de Cristo, que vivimos en la celebración eucarística, es necesario convertirse en “otro Cristo”, el “mismo Cristo”, y esa transformación total no está al alcance de ninguna criatura en la tierra. Los cristianos caminamos en la esperanza de conseguirla en el cielo.

    Esta realidad explica que en tantas ocasiones nos dolamos de “tener distracciones en la Santa Misa”, “de no haber prestado la debida atención”, etc. No nos preocupemos. No obstante nuestras limitaciones, la Iglesia nos invita a participar en la Misa –a vivir la Misa– con los mismos sentimientos con que la vive Cristo “quien preside invisiblemente toda celebración eucarística” (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1348).

    Para vivir así la Misa hemos de pedir una ayuda especial al Espíritu Santo, y a la vez, hemos de esforzarnos por seguir con atención el desarrollo de toda la liturgia eucarística, desde el comienzo –vale la pena llegar unos minutos antes, para estar preparados espiritualmente cuando el sacerdote llega al altar- hasta la bendición de despedida.

    ¿Qué significa “seguir con atención”? Unirnos a la alabanza que Cristo eleva a Dios Padre cuando cantamos o recitamos el Gloria, y concluimos el Prefacio repitiendo con los Ángeles, los santos y toda la Iglesia, el Santo, Santo, Santo. Adorar a Nuestro Señor Jesucristo. Acompañando al sacerdote en la genuflexión durante la Consagración. Y, al adorar, ofrecer la muerte, la pasión y la resurrección de Cristo por la redención del mundo.

    “Seguir con atención” significa también pedir perdón por nuestros pecados, cuando recitamos con calma el acto penitencial, y repetimos “Señor, ten piedad”. Elevar el corazón al Cielo, cuando rezamos el Gloria, y decimos Santo, Santo, Santo, al terminar el Prefacio.

    “Seguir con atención” es dar gracias de todo corazón por habernos invitado a vivir la Misa con Él, y pedirle por el Papa, por las necesidades de toda la Iglesia, y especialmente por la santidad de los sacerdotes, y para que “envíe obreros a su mies”.

    Quizá alguna vez, al terminar la celebración de la Eucaristía, no nos acordemos de los textos de las Lecturas o del Evangelio. No nos preocupemos. Si hemos estado unidos a Jesucristo con estos deseos de adoración, de reparación y de desagravio, de acción de gracias y de petición, la gracia de Dios nos hará entender mejor cada día el gran misterio de Amor de Dios que se encierra en la celebración, con Cristo, por Cristo y en Cristo, de la Eucaristía.

Cuestionario

- Recogimiento y silencio. ¿Vivimos con esa compostura la Santa Misa?

- ¿Seguimos con atención los diversos momentos de la celebración Litúrgica?

- ¿Preguntamos a algún sacerdote amigo que nos explique los detalles, que quizá no entendamos bien, de toda la ceremonia?