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Adoración Nocturna Española

 

Adorado sea el Santísimo Sacramento   

 Ave María Purísima  

 
 

 

2023

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Adorar el Corazón Eucarístico de Jesús

Nos amó con corazón de hombre

         “Me amó y se entregó por mí”. Esto podía ser una verdadera divisa eucarística. Pero aún hay más, porque me amó con corazón de hombre. Y es su Corazón el que está en la Eucaristía continuamente entregado por mí.

        "El Hijo de Dios me amó y se entregó a sí mismo por mí". Jesús, durante su vida, su agonía y su pasión, nos ha conocido y amado a todos y a cada uno de nosotros y se ha entregado por cada uno de nosotros. Estas palabras son más verdad, aun si cabe, en el momento de la institución de la Eucaristía: Jesús que me conoce y se entrega por amor, inventa esta manera de poder estar siempre a mi lado.

        Nos ha amado a todos con un corazón humano. Trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre. El Sagrado Corazón de Jesús, traspasado por nuestros pecados y para nuestra salvación, "es considerado como el principal indicador y símbolo de aquel amor con que el divino Redentor ama continuamente al eterno Padre y a todos los hombres". Pero el símbolo remite a una realidad, y la imagen a una sustancia… Y la presencia de ese corazón está en la Eucaristía. Por eso, se le puede llamar con toda verdad: Corazón Eucarístico de Jesús.

        ¿Quién podrá dignamente describir los latidos del Corazón divino, signo de su infinito amor, en aquellos momentos en que dio a los hombres sus más preciados dones: a Sí mismo en el sacramento de la Eucaristía? Ya antes de celebrar la última cena con sus discípulos, sólo al pensar en la institución del Sacramento de su Cuerpo y de su Sangre, con cuya efusión había de sellarse la Nueva Alianza, en su corazón sintió intensa conmoción, que manifestó a sus apóstoles con estas palabras: «Ardientemente he deseado comer esta Pascua con vosotros, antes de padecer» ; conmoción que, sin duda, fue aún más vehemente cuando «tomó el pan, dio gracias, lo partió y lo dio a ellos, diciendo: "Éste es mi cuerpo, el cual se da por vosotros; haced esto en memoria mía". Y así hizo también con el cáliz, luego de haber cenado, y dijo: "Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre, que se derramará por vosotros"» Con razón, pues, debe afirmarse que la divina Eucaristía, como sacramento por el que Él se da a los hombres y como sacrificio en el que Él mismo continuamente se inmola desde el nacimiento del sol hasta su ocaso y también el Sacerdocio, son clarísimos dones del Sacratísimo Corazón de Jesús. (Haurietis aquas, Pio XII)

        La Escritura nos recuerda de cómo Cristo había pensado desde mucho antes, con todo el amor de su Corazón, en el sacramento de la Eucaristía. Este sacramento, como el don del Espíritu Santo, se puede decir que nace de sus entrañas, de lo más preciado que Él tiene, con qué solemnidad lo anuncia el último día, el más solemne de la fiesta, poniéndose de pie exclama: «El que tenga sed, venga a mí; y beba el que cree en mí». Como dice la Escritura: "De sus entrañas brotarán manantiales de agua viva". Él se refería al Espíritu, ciertamente, el que había de recibir los que creyeran en Él, también se refería a la Eucaristía, que brota del corazón de Cristo y en la que bebemos y comemos para la vida eterna.

        También Él nos dice:”Yo soy el pan de Vida. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo”. No podemos pasar sin la Eucaristía; está llena de su amor por nosotros: “Os lo aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tendréis Vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida”. Y como buen amigo, Jesús nos asegura una comunión (sacramental y espiritual): “El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él”.

        También los Santos nos animan a ver en la Eucaristía ese divino Corazón, como santa Margarita María de Alacoque, que tuvo la inmensa suerte de verlo con dones místicos, para recordárnoslo a toda la Iglesia.

        “Estando yo delante del Santísimo Sacramento me encontré toda penetrada por Su divina presencia. El Señor me hizo reposar por muy largo tiempo sobre su pecho divino, en el cual me descubrió todas las maravillas de su amor y los secretos inexplicables de su Corazón Sagrado”.

        En otra ocasión, “Una vez, estando expuesto el Santísimo Sacramento, se presentó Jesucristo resplandeciente de gloria, con sus cinco llagas que se presentaban como otros tanto soles, saliendo llamaradas de todas partes de Su Sagrada Humanidad, pero sobre todo de su adorable pecho que, parecía un horno encendido. Habiéndose abierto, me descubrió su amabilísimo y amante Corazón, que era el vivo manantial de las llamas”.

        También le pide la comunión reparadora, y la hora santa… “Comulgarás, además, todos los primeros viernes de mes, y en la noche del jueves al viernes, te haré participe de la mortal tristeza que quise sentir en el huerto de los Olivos, cuya tristeza te reducirá, sin que logres comprenderlo, a una especie de agonía más difícil de soportar que la muerte. Para acompañarme en la humilde plegaria que elevé entonces a mi Padre, en medio de todas tus angustias, te levantarás entre las once y las doce de la noche para postrarte conmigo durante una hora, con la cara en el suelo, tanto para apaciguar la cólera divina, pidiendo por los pecadores, como para endulzar de algún modo la amargura que sentía por el abandono de mis apóstoles”.

        Y por último, la gran fiesta del Amor también está conexa con la del Corpus: “Estando ante el Santísimo Sacramento un día de su octava, y queriendo tributarle amor por Su tan gran amor, el Señor le descubrió su Corazón y le dijo "He aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombres y que no ha ahorrado nada hasta el extremo de agotarse y consumirse para testimoniarles su amor. Y, en compensación, sólo recibe, de la mayoría de ellos, ingratitudes por medio de sus irreverencias y sacrilegios, así como por las frialdades y menosprecios que tienen para conmigo en este Sacramento de amor. Pero lo que más me duele es que se porten así los corazones que se me han consagrado. Por eso te pido que el primer viernes después de la octava del Corpus se celebre una fiesta especial para honrar a mi Corazón, y que se comulgue dicho día para pedirle perdón y reparar los ultrajes por él recibidos durante el tiempo que ha permanecido expuesto en los altares."


NOS AMÓ CON CORAZÓN DE HOMBRE

Preguntas

¿Uno mi devoción a la Eucaristía con la del Corazón de Jesús como nos propone la Iglesia?

¿Qué revistas, libros, documentos pueden ayudarme a profundizar en estas devociones?

¿Cómo puedo colaborar por el esplendor de la fiesta del Corpus y del Corazón de Jesús?