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Adoración Nocturna Española

 

Adorado sea el Santísimo Sacramento   

 Ave María Purísima  

 

Vigilia de la A.N.E.
PRESENTACIÓN de adoradores

 

Quédate con nosotros, Señor

    (Corpus, pág. 14 del Manual)
De rodillas

"Quédate con nosotros, Señor"

Quédate con nosotros hoy, y quédate de ahora en adelante, todos los días, según el deseo de nuestro corazón.

Quédate para que podamos encontrarnos contigo en la plegaria de adoración y de acción de gracias, en la plegaria de expiación y de petición.

Quédate tú que estás simultáneamente velado en el misterio eucarístico de la fe, y desvelado bajo las especies del pan y del vino que has asumido en este sacramento.

Deseamos adorarte cada día y cada hora a ti, oculto bajo las especies del pan y del vino, para renovar la esperanza de la "llamada a la gloria" cuyo comienzo lo has instituido tú con tu cuerpo glorificado "a la derecha del Padre".

Señor, un día preguntaste a Pedro: "¿Me amas?". Se lo preguntaste por tres veces. Y tres veces el Apóstol respondió: "Señor, tú lo sabes todo, Tú sabes que te amo".

Que la respuesta de Pedro se exprese mediante la adoración de esta tarde y de todo el día. De todos los días.

Que todos los que participamos en la adoración de tu presencia eucarística demos testimonio y hagamos resonar por doquier la verdad encerrada en las palabras del Apóstol: "Señor, tú lo sabes todo. Tú sabes que te amo".

 

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La Vigilia de la Adoración Nocturna es esencialmente una Vigilia de oración y adoración centrada en la Eucaristía, en nombre de toda la Iglesia. Nunca podrán faltar en nuestras vigilias: la oración personal y la oración litúrgica comunitaria que nos vincula a la Iglesia. 

La Liturgia de las Horas es la oración que la Iglesia, en unión con Jesucristo, su Cabeza, y por medio de Él, ofrece a Dios. Se llama de las horas porque se efectúa en los principales momentos de cada día, que así es santificado junto con la actividad de los hombres (Laudes al comenzar el día; Vísperas al caer la tarde, Completas al acostarse...).

El Oficio de Lectura, desde los primeros siglos de la Iglesia, era la oración nocturna de los monjes mientras los hombres descansan; la alabanza y la oración del Señor no debe interrumpirse ni durante la noche.