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Adoración Nocturna Española

 

Adorado sea el Santísimo Sacramento   

 Ave María Purísima  

 

 

Vigilia de Espigas
del Manual de la Adoración Nocturna Española

PROCESIÓN DE BANDERAS

(Pág. 555 de Manual del Adorador)
A la hora anunciada, en lugar distinto, pero no distante de la Iglesia donde tendrá lugar la Vigilia, se concentrarán los adoradores/as de las Secciones asistentes, con la Banderas.

Lo mejor es que abra la marcha la Cruz Parroquial, a la cual siguen, en fila central, las Banderas, por orden de antigüedad.

Los adoradores/as marcharán a ambos lados, en fila sencilla o doble, según convenga por el número de asistentes y solemnidad de la procesión, conservando siempre las filas la misma longitud a ambos lados.

Cerrarán la marcha, en una o dos filas trasversales, los representantes que hubiere del Consejo Nacional, Diocesano, etc., después los sacerdotes y las autoridades locales.

Es imprescindible el grupo de cantores, que dirijan y entonen los cánticos, debidamente seleccionados y preparados.

Hay que evitar siempre: largos silencios, cantos mal entonados, y dobles cánticos en competencia.

 

VÍSPERAS Y SANTA MISA

(Pág. 555 de Manual del Adorador)
INVOCACIÓN INICIAL
(De pie)
Presidente:

Dios mío, ven en mi auxilio.

Todos:

Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén. (Aleluya).

HIMNO
(De pie. Todos)

Ven, Espíritu divino,
manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre;
don, en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas;
fuente del mayor consuelo.

Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en la horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.

Entra hasta el fondo del alma,
Divina luz, y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre,
si tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado,
cuando no envías tu aliento.

Riega la tierra en sequía,
sana el corazón enfermo,
lava las manchas, infunde
calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero.
Reparte tus siete dones,
según la fe de tus siervos;
por tu bondad y tu gracia,
dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse
y danos tu gozo eterno. Amén.

SALMODIA
(Sentados. Recitada a dos coros)
Antífona 1
Todos:

Señor, Dios nuestro, qué admirable es tu nombre en toda la tierra, en toda la tierra.

Salmo 8; MAJESTAD DEL SEÑOR Y DIGNIDAD DEL HOMBRE

Señor, dueño nuestro,
¡qué admirable es tu nombre
en toda la tierra!

Ensalzaste tu majestad sobre los cielos.
De la boca de los niños de pecho
has sacado una alabanza contra tus enemigos,
para reprimir al adversario y al rebelde.

Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos,
la luna y las estrellas que has creado,
¿qué es el hombre, para que te acuerdes de él,
el ser humano, para darle poder?

Lo hiciste poco inferior a los ángeles,
lo coronaste de gloria y dignidad,
le diste el mando sobre las obras de tus manos,
todo lo sometiste bajo sus pies:

rebaños de ovejas y toros,
y hasta las bestias del campo,
las aves del cielo, los peces del mar,
que trazan sendas por el mar.

Señor, dueño nuestro,
¡qué admirable es tu nombre
en toda la tierra!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Todos:

Señor, Dios nuestro, qué admirable es tu nombre en toda la tierra, en toda la tierra.

(Breve pausa)
Antífona 2
Todos:

Aclama al Señor, tierra entera. Aleluya.

Salmo 28; MANIFESTACIÓN DE DIOS EN LA TEMPESTAD.

Hijos de Dios, aclamad al Señor,
aclamad la gloria y el poder del Señor,
aclamad la gloria del nombre del Señor,
postraos ante el Señor en el atrio sagrado.

La voz del Señor sobre las aguas,
el Dios de la gloria ha tronado,
el Señor sobre las aguas torrenciales.

La voz del Señor es potente,
la voz del Señor es magnífica,
la voz del Señor descuaja los cedros.
El Señor descuaja los cedros del Líbano.

Hace brincar al Líbano como a un novillo,
al Sarión como a una cría de búfalo.

La voz del Señor lanza llamas de fuego,
la voz del Señor sacude el desierto,
el Señor sacude el desierto de Cadés.

La voz del Señor retuerce los robles,
el Señor descorteza las selvas.
En su templo un grito unánime: “¡Gloria!”

El Señor se sienta por encima del aguacero,
el Señor se sienta como rey eterno.
El Señor da fuerza a su pueblo,
el Señor bendice a su pueblo con la paz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Todos:

Aclama al Señor, tierra entera. Aleluya.

(Breve pausa)
Antífona 3
Todos:

Te damos gracias, Señor, de corazón; te damos gracias, Señor, cantamos para ti.

Cántico; HIMNO A CRISTO, PRIMOGÉNITO DE TODA CRIATURA Y PRIMER RESUCITADO DE ENTRE LOS MUERTOS.

Damos gracias a Dios Padre,
que nos ha hecho capaces de compartir
la herencia del pueblo santo en la luz.

Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas,
y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido,
por cuya sangre hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.

Él es imagen de Dios invisible,
primogénito de toda criatura;
porque por medio de él
fueron creadas todas las cosas:
celestes y terrestres, visibles e invisibles,
Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades;
todo fue creado por él y para él.

Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él.
Él es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia.
Él es el principio, el primogénito de entre los muertos,
y así es el primero en todo.

Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud.
Y por él quiso reconciliar consigo todos los seres:
los del cielo y los de la tierra,
haciendo la paz por la sangre de su cruz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Todos:

Te damos gracias, Señor, de todo corazón; Te damos gracias, Señor, cantamos para ti.

(Breve pausa)
Después de rezado el Cántico, comienza la Santa Misa con el canto del Gloria. Puede decirse la Misa de acción de gracias o por la santificación del trabajo humano.

SANTA MISA

Después de la Comunión, el ministro celebrante expone al Santísimo y, mientras inciensa el sacramento y el altar, se canta el Magníficat.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Magníficat; Alegría del alma en el Señor
Antífona
Todos:

Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre.

(De pie. Todos. † Se hace la señal de la cruz mientras se comienza a recitar)

Proclama mi alma la grandeza del Señor.
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí;
su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios
de corazón, derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes, a los hambrientos
los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia
-como los había prometido a nuestros padres-
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Todos:

Bendita tu entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre.

A continuación, se dice la Oración de Poscomunión y, tras un breve tiempo de oración en silencio, se reza la Oración de Presentación de Adoradores.

 

ORACIÓN DE PRESENTACIÓN DE ADORADORES

(De rodillas. Todos)

Ante ti, Señor, nos hemos reunido esta noche, acabados los trabajos del día, para presentarte nuestra ofrenda, la ofrenda de nosotros mismos, en un acto de alabanza y de adoración.

Es la hora del descanso.

Mientras nuestros hermanos duermen, nosotros nos sentimos comprometidos a velar en nombre de la Iglesia, para que tu gloria, Señor, sea sin cesar reconocida, para que el tiempo, en que se desarrolla nuestra vida humana, se convierta, hora tras hora, día y noche, en un cántico de alabanza a ti.

Unidos y comprometidos con toda la humanidad, queremos, una vez más, recoger esta noche -para presentarlos ante ti como ofrenda y oración- los frutos de la laboriosidad de los hombres del campo y de la industria, el esfuerzo de los que luchan, la reflexión de los que estudian e investigan, el holocausto de los que sufren en el cuerpo y en el alma, el amor de las familias, las nobles aspiraciones de los jóvenes, las preguntas de los niños, ávidos de saber.

Queremos hacernos presentes y disponibles a tu presencia, renovando una vez más ante ti el compromiso de servicio a que nos has llamado: Compromiso de adoración constante y de presencia callada, pero vigilante y activa, en el mundo.

Danos tu gracia para que, avivando nuestra fe y encendiendo nuestros corazones, te adoremos unidos esta noche con más fervor que nunca.

Que con María, tu Madre, sepamos adorarte y alabarte continuamente, darte gracias por que nos has salvado, y porque aceptas nuestra ayuda, unidos a ti, para salvar al mundo, y porque permaneces, cercano, entre nosotros, como paga y señal de salvación. Amén.

Después de unos minutos de silencio y oración personal, se da comienzo al Oficio de Lecturas, rezando todos el Invitatorio.

OFICIO DE LECTURA

INVITATORIO
(De pie. † Se hace la señal de la cruz sobre los labios mientras se dice:)
Presidente:

Señor, ábreme los labios.

Todos:

Y mi boca proclamará tu alabanza.

Antífona
Salmista:

Venid, adoremos al pan de vida, Cristo el Señor.

Todos:

Venid, adoremos al pan de vida, Cristo el Señor.

Salmo 66: Que todos los pueblos alaben al Señor
Salmista:

El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.

Todos:

Venid, adoremos al pan de vida, Cristo el Señor.

Salmista:

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

Todos:

Venid, adoremos al pan de vida, Cristo el Señor.

Salmista:

Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra.

Todos:

Venid, adoremos al pan de vida, Cristo el Señor.

Salmista:

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

Todos:

Venid, adoremos al pan de vida, Cristo el Señor.

Salmista:

La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.

Todos:

Venid, adoremos al pan de vida, Cristo el Señor.

Salmista:

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Todos:

Venid, adoremos al pan de vida, Cristo el Señor.

Los adoradores que no hacen el primer Turno de Vela se retiran, quedando agrupados en los primeros bancos aquellos que tienen a su cargo la primera hora de vela.
Los Turnos de Vela se sucederán hasta la madrugada, y cada uno de ellos será de una hora de duración.
Debe quedar muy claro desde el principio quienes han de hacer cada Turno de Vela para que el relevo sea silencioso y ordenado. Si, como es costumbre, se aprovecha el encuentro de varias Diócesis o Secciones para hacer alguna reunión, debe cuidarse que el Turno que ora durante la reunión quede cubierto y haya personas preparadas que lo dirijan.
Cada Turno repetirá el Oficio de Lecturas completo. Acabadas las lecturas, quedarán todos en silencio hasta concluir la hora de vela para dar cabida a la oración personal. Si el Jefe del Turno lo cree conveniente, puede interrumpirse el silencio por algún canto breve o antífona repetitiva.

 

TURNOS DE VELA

HIMNO
(De pie. Todos)

Omnipotente, altísimo, Bondadoso Señor,
tuyas son la alabanza, la gloria y el honor,
tan solo tú eres digno de toda bendición
y nunca es digno el hombre de hacer de ti mención.

Loado seas por toda criatura, mi Señor,
y en especial loado por el hermano sol
que alumbra, y abre el día, y es bello en su esplendor,
y lleva por los cielos noticias de su autor.

Y por la hermana luna, de blanca luz menor,
y las estrellas claras que tu poder creó
tan limpias, tan hermosas, tan vivas como son,
y brillan en los cielos: ¡Loado mi Señor!

Y por la hermana agua, preciosa en su candor,
que es útil, casta, humilde: ¡Loado, mi Señor!

Por el hermano fuego, que alumbra al irse el sol
y es fuerte, hermoso, alegre: ¡Loado, mi Señor!

Y por la hermana tierra, que es todo bendición,
la hermana madre tierra que da en toda ocasión
las hierbas y los frutos y flores de color
y nos sustenta y rige: ¡Loado, mi Señor!

Y por los que perdonan y aguantan por amor
los males corporales y la tribulación:
¡felices los que sufren en paz con el dolor
porque les llega el tiempo de la consolación!

Y por la hermana muerte: ¡Loado, mi Señor!
Ningún viviente escapa de su persecución;
¡ay si en pecado grave sorprende al pecador!
¡Dichosos los que cumplen la voluntad de Dios!

¡No probarán la muerte de la condenación!
¡Servidle con ternura y humilde corazón!
¡Agradeced sus dones, cantad su creación!
¡Las criaturas todas, load a mi Señor!

SALMODIA
(Sentados. Recitada a dos coros)
Antífona 1
Todos:

Tu misericordia es eterna, Señor.

Salmo 64, 10-14: Solemne acción de gracias

Tú cuidas de la tierra, la riegas
y la enriqueces sin medida;
la acequia de Dios va llena de agua,
prepara los trigales;

riegas los surcos, igualas los terrones,
tu llovizna los deja mullidos,
bendices sus brotes;
tus carriles rezuman abundancia;

rezuman los pastos del páramo,
y las colinas se orlan de alegría;
las praderas se cubren de rebaños,
y los valles se visten de mieses,
que aclaman y cantan.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Todos:

Tu misericordia es eterna, Señor.

(Breve pausa)
Antífona 2
Todos:

Bendito seas por siempre, Señor.

Salmo 103, 1-4, 10-15: Himno al Dios creador

Bendice, alma mía, al Señor:
¡Dios mío, qué grande eres!
Te vistes de belleza y majestad,
la luz te envuelve como un manto.

Extiendes los cielos como una tienda,
construyes tu morada sobre las aguas;
las nubes te sirven de carroza,
avanzas en las alas del viento;
los vientos te sirven de mensajeros;
el fuego llameante, de ministro.

De los manantiales sacas los ríos,
para que fluyan entre los montes;
en ellos beben las fieras de los campos,
el asno salvaje apaga su sed,
junto a ellos habitan las aves del cielo,
y entre las frondas se oye su canto.

Desde tu morada riegas los montes,
y la tierra se sacia de tu acción fecunda;
haces brotar hierba para los ganados,
y forraje para los que sirven al hombre.

Él saca pan de los campos,
y vino que le alegra el corazón;
y aceite que da brillo a su rostro,
y alimento que le da fuerzas.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Todos:

Bendito seas por siempre, Señor.

(Breve pausa)
Antífona 3
Todos:

Abres tu mano, Señor, y sacias a todo viviente.

Salmo 103, 24-31

Cuántas son tus obras, Señor,
y todas las hiciste con sabiduría;
la tierra está llena de tus criaturas.

Ahí está el mar; ancho y dilatado,
en él bullen, sin número,
animales pequeños y grandes;
lo surcan las naves, y el Leviatán
que modelaste para que retoce.

Todos ellos aguardan
a que les eches comida a su tiempo:
se la echas, y la atrapan; abres tu mano,
y se sacian de bienes;

escondes tu rostro, y se espantan;
les retiras el aliento, y expiran
y vuelven a ser polvo;
envías tu aliento, y los creas,
y repueblas la faz de la tierra.

Gloria a Dios para siempre,
goce el Señor con sus obras.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Todos:

Abres tu mano, Señor, y sacias a todo viviente.

(Breve pausa)
PRIMERA LECTURA
(El lector proclama la lectura desde el lugar donde habitualmente se proclama la Palabra en la Misa)
Lector: Lectura del Libro del Génesis (1, 26-31)

Dijo Dios: "Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza, para que domine sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, sobre los ganados y sobre todas las bestias de la tierra y sobre cuentos animales se mueven sobre ella".

Y creó Dios al hombre a imagen y semejanza suya, a imagen de Dios lo creó, y los creó macho y hembra; y los bendijo Dios diciéndoles: "Procread y multiplicaos, y henchid la tierra; sometedla y dominad sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo y sobre la tierra".

Dijo también Dios: "Ahí os doy cuantas hierbas de semillas hay sobre la faz de la tierra toda, y cuantos árboles producen fruto de simiente, para que todos os sirvan de alimento.

También a todos los animales de la tierra, y a todas las aves del cielo, y a todos los vivientes que sobre la tierra están y se mueven les doy para comida cuanto de verde hierba la tierra produce". Y así fue.

Y vio Dios ser muy bueno cuanto había hecho, y hubo tarde y mañana, día sexto.

(Se hace una pausa para reflexionar)
RESPONSORIO
Todos:

¿Qué es el hombre, Señor, para que te acuerdes de él, el ser humano, para darle poder? Lo hicisteis poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad, le diste el mando sobre las obras de tus manos, todo lo sometiste bajo sus pies.

Salmista:

Rebaños de ovejas y toros, hasta las bestias del campo, las aves del cielo, los peces del mar, que trazan sendas por el mar.

Todos:

Le diste el mando sobre las obras de tus manos, todo lo sometiste bajo sus pies.

SEGUNDA LECTURA
(El lector proclama la lectura desde un lugar, a poder ser, diferente del que se usa para proclama la lectura bíblica)
Lector:

De la constitución Pastoral “Gaudium et Spes”, sobre la Iglesia en el mundo actual, del Concilio Vaticano II (nº 34-35):

Creado el hombre a imagen de Dios, recibió el mandato de gobernar el mundo en justicia y santidad, sometiendo a sí la tierra y cuanto en ella se contiene, y de orientar a Dios la propia persona y al universo entero, reconociendo a Dios como Creador de todo, de modo que con el sometimiento de todas las cosas al hombre sea admirable el nombre de Dios en el mundo.

Esta enseñanza vale igualmente para los quehaceres más ordinarios. Porque los hombres y mujeres que, mientras procuran el sustento para sí y su familia, realizan su trabajo de forma que resulta provechoso y en servicio de la sociedad, con razón pueden pensar que, con su trabajo, desarrollan la obra del Creador, sirven al bien de sus hermanos y contribuyen de modo personal a que se cumplan los designios de Dios en la historia.

Los cristianos, lejos de pensar que las conquistas logradas por el hombre se oponen al poder de Dios y que la criatura racional pretende rivalizar con el Creador, están, por el contrario, persuadidos de que las victorias del hombre son signo de la grandeza de Dios y consecuencia de su inefable designio. Cuanto más se acrecienta el poder del hombre, más amplia es su responsabilidad individual y colectiva. De donde se sigue que el mensaje cristiano no aparta a los hombres de la edificación del mundo si los lleva a despreocuparse del bien ajeno, sino que, al contrario, les impone como deber el hacerlo.

La actividad humana, así como procede del hombre, así también se ordena al hombre. Pues éste, con su acción, no solo transforma las cosas y la sociedad, sino que se perfecciona a sí mismo. Aprende mucho, cultiva sus facultades, se supera y se trasciende. Tal superación, rectamente entendida, es más importante que las riquezas exteriores que puedan acumularse.

El hombre vale más por lo que es que por lo que tiene. Asimismo, cuanto llevan a cabo los hombres para lograr más justicia, mayor fraternidad y un más humano planteamiento en los problemas sociales, vale más que los progresos técnicos. Pues dichos progresos pueden ofrecer, como si dijéramos, el material para la promoción humana, pero por sí solos no pueden llevarla a cabo.

Por tanto, ésta es la norma de la actividad humana: que, de acuerdo con los designios y voluntad divinos, sea conforme al auténtico bien del género humano y permita al hombre, como individuo y como miembro de la sociedad, cultivar y realizar íntegramente su plena vocación.

(Se hace una pausa para reflexionar)
RESPONSORIO
Todos:

Todas las cosas son vuestras, pero vosotros sois de Cristo y Cristo es de Dios. Buscad primero el Reino de Dios y su justicia, y los demás se os dará por añadidura.

Salmista:

No os inquietéis por vuestra vida, por lo que habéis de comer o de beber, ni por vuestro cuerpo, por lo que habéis de vestir.

Todos:

Buscad primero el Reino de Dios y su justicia, y lo demás se os dará por añadidura.

Acabadas las lecturas, los adoradores permanecerán en silencio hasta el final de la hora para la oración personal.
Al finalizar el último Turno de Vela, se reúnen todos para cantar juntos el Himno Final.
HIMNO FINAL
(De pie. Recitado a dos coros)
TE DEUM (en latín)

Te Deum laudamus: / te Dominum confitemur. Te aeternum Patrem, / omnis terra veneratur.

Tibi omnes Angeli, / tibi Caeli et universae Potestates:

tibi cherubim et seraphim / incessabili voce proclamant: Sanctus, Sanctus, Sanctus / Dominus Deus Sabaoth.

Pleni sunt caeli et terra / maiestatis gloriae tuae.

Te gloriosus / Apostolorum chorus, te prophetarum / laudabilis numerus, te martyrum candidatus / laudat exercitus.

Te per orbem terrarum / sancta confitetur Ecclesia,

Patrem / immensae maiestatis; venerandum tuum verum / et unicum Filium; Sanctum quoque / Paraclitum Spiritum.

Tu Rex gloriae / Christe.

Tu Patris / sempiternus es Filius.

Tu, ad liberandum suscepturus hominem, / non horruisti Virginis uterum.

Tu, devicto mortis acúleo / aperuisti credentibus regna caelorum.

Tu ad dexteram Dei sedes, / in gloria Patris.

Iudex crederis / esse venturus.

Te ergo quaesumus, tuis famulis subveni, / quos pretioso sanguine redemisti.

Aeterna fac cum sanctis tuis / in gloria numerari.

TE DEUM (en castellano)

A ti, oh Dios, te alabamos, / a ti, Señor, te reconocemos.

A ti, eterno Padre. / te venera toda la creación.

Los ángeles todos, los cielos / y todas las potestades te honran.

Los querubines y serafines / te cantan sin cesar:

Santo, Santo, Santo es el Señor, /Dios del universo.

Los cielos y la tierra / están llenos de la majestad de tu gloria.

A ti te ensalza el glorioso coro de los apóstoles, / la multitud admirable de los profetas, / el blanco ejército de los mártires.

A ti la Iglesia santa, / extendida por toda la tierra, / te proclama:

Padre de inmensa majestad, / Hijo único y verdadero, digno de adoración, / Espíritu Santo, Paráclito.

Tú eres el Rey de la gloria, Cristo.

Tú eres el hijo único del Padre.

Tú, para liberar al hombre, / aceptaste la condición humana / sin desdeñar el seno de la Virgen.

Tú, rotas las cadenas de la muerte, / abriste a los creyentes el reino del cielo.

Tú te sientas a la derecha de Dios / en la gloria del Padre.

Creemos que un día /has de venir como juez.

Te rogamos, pues, /que vengas en ayuda de tus siervos, / a quienes redimiste con tu preciosa sangre.

Haz que en la gloria eterna / nos asociemos a tus santos.

Salva a tu pueblo, Señor, / y bendice tu heredad.

Sé su pastor / y ensálzalo eternamente.

Día tras día te bendecimos / y alabamos tu nombre para siempre, / por eternidad de eternidades.

Dígnate, Señor, en este día / guardarnos del pecado.

Ten piedad de nosotros, Señor, / ten piedad de nosotros.

Que tu misericordia, Señor, / venga sobre nosotros, / como lo esperamos de ti.

En ti, Señor, confié / no me veré defraudado para siempre.

 

LAUDES

(Pág. 579 de Manual del Adorador)
INVOCACION INICIAL
(De pie. † Se hace la señal de la cruz mientras se dice:)
Presidente:

Dios mío, ven en mi auxilio.

Todos:

Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. (Aleluya)

HIMNO
(De pie. Todos. Cantado)

Vienen con alegría, Señor,
cantando vienen con alegría, Señor,
los que caminan por la vida, Señor,
sembrando tu paz y amor.

Vienen trayendo la esperanza
a un mundo cargado de ansiedad;
a un mundo que busca y que no alcanza
caminos de amor y de amistad.

Vienen trayendo entre sus manos
esfuerzos de hermanos por la paz,
deseos de un mundo más humano
que nacen del bien y la verdad.

Cuando el odio y la violencia
aniden en nuestro corazón,
el mundo sabrá que por herencia
le aguardan tristezas y dolor.

SALMODIA
(Sentado. Recitado a dos coros)
Antífona 1
Todos:

Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío.

Salmo 62, 2-9: El alma sedienta de Dios

Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma esta sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.

¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mi labios.

Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré como de enjundia y de manteca,
y mis labios te alabarán jubilosos.

En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Todos:

Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío.

(Breve pausa)
Antífona 2
Todos:

Ensalzadlo con himnos por los siglos.

Cántico Dn 3, 57-88. 56: Toda la creación alabe al Señor
Salmista:

Criaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Todos:

Ensalzadlo con himnos por los siglos.

Salmista:

Ángeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.

Todos:

Ensalzadlo con himnos por los siglos.

Salmista:

Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del Señor, bendecid al Señor.
Sol y luna, bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor.
Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
vientos todos, bendecid al Señor.

Todos:

Ensalzadlo con himnos por los siglos.

Salmista:

Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor.
Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor.

Todos:

Ensalzadlo con himnos por los siglos.

Salmista:

Escarchas y nieves, bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor.
Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor.

Todos:

Ensalzadlo con himnos por los siglos.

Salmista:

Bendiga la tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.
Montes y cumbres, bendecid al Señor;
cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.

Todos:

Ensalzadlo con himnos por los siglos.

Salmista:

Manantiales, bendecid al Señor;
mares y ríos, bendecid al Señor.
Cetáceos y peces, bendecid al Señor;
aves del cielo, bendecid al Señor.

Todos:

Ensalzadlo con himnos por los siglos.

Salmista:

Fieras y ganados, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Todos:

Ensalzadlo con himnos por los siglos.

Salmista:

Hijos de los hombres, bendecid al Señor
bendiga Israel al Señor.

Todos:

Ensalzadlo con himnos por los siglos.

Salmista:

Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor.
Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.

Todos:

Ensalzadlo con himnos por los siglos.

Salmista:

Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Todos:

Ensalzadlo con himnos por los siglos.

Salmista:

Bendigamos al Padre y al Hijo con el Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.
Bendito el Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.

Todos:

Ensalzadlo con himnos por los siglos.

(Breve pausa)
Antífona 3
Todos:

Por siempre yo cantaré tu nombre, Señor.

Salmo 149: Alegría de los santos

Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey.

Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes.

Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca
y espadas de dos filos en las manos:

para tomar venganza de los pueblos
y aplicar el castigo a las naciones,
sujetando a los reyes con argollas,
a los nobles con esposas de hierro.

Ejecutar la sentencia dictada
es un honor para todos sus fieles.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Todos:

Por siempre yo cantaré tu nombre, Señor.

(Breve pausa)
LECTURA BREVE (St 5, 7-8)
(El lector proclama la lectura desde el lugar donde habitualmente se proclama la Palabra en la Misa)
Lector:

El labrador aguarda paciente el fruto valioso de la tierra, mientras recibe la lluvia temprana y tardía. Tened paciencia también vosotros, manteneos firmes, porque la venida del Señor está cerca.

(Se hace una pausa para reflexionar)
RESPONSORIO BREVE
Salmista:

Sacas pan de los campos. Aleluya, aleluya.

Todos:

Sacas pan de los campos. Aleluya, aleluya.

Salmista:

Y vino que alegra el corazón del hombre.

Todos:

Aleluya, aleluya.

Salmista:

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Todos:

Sacas pan de los campos. Aleluya, aleluya.

CÁNTICO EVANGÉLICO
Benedictus; Lc 1, 68-79: El Mesías y su precursor
Antífona
Presidente:

Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.

(De pie. Todos. † Se hace la señal de la cruz mientras se comienza a recitar)

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de los alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Todos:

Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.

(Breve pausa)
PRECES
Presidente:

Imploremos, hermanos, a Jesucristo, que es el pan de la vida, diciéndole jubilosos: Dichoso el que coma en el banquete de tu reino, Señor.

Todos:

Dichoso el que coma en el banquete de tu reino, Señor.

Esta respuesta puede repetirse después de cada una de las peticiones, o bien usar como respuesta la segunda parte de la petición.
Lector:

Cristo, sacerdote de la alianza nueva y eterna, que en el ara de la cruz ofreciste al Padre el sacrificio perfecto,
- enséñanos a ofrecerlo junto contigo.

Lector:

Cristo, altísimo rey de paz y de justicia, que consagras el pan y el vino como signo de tu propia oblación,
- haz que sepamos ofrecernos junto contigo.

Lector:

Cristo, verdadero adorador del Padre, cuya ofrenda pura ofrece la Iglesia del oriente al poniente,
- junta en la unidad de tu cuerpo a los que alimentas con un mismo pan.

Lector:

Cristo, maná bajado del cielo, que nutres a la Iglesia con tu cuerpo y sangre,
- haz que caminemos con la fuerza de este alimento.

Lector:

Cristo, huésped invisible de nuestro convite, que estás a la puerta llamando,
- ven a nosotros, para que podamos comer juntos.

Presidente:

Digamos todos ahora la oración que el mismo Cristo nos ha dado como modelo de toda oración.

Todos:

Padre nuestro…

ORACION FINAL
Presidente:

Señor: Tú nos has reunido en torno a esta mesa donde construyes tu familia en la unidad y en el amor: danos fuerza para que, con nuestro esfuerzo, cooperemos a la construcción de la ciudad terrena y trabajemos sin cesar por la llegada de tu Reino. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Todos:

Amén.

 

PROCESIÓN Y BENDICIÓN DE LOS CAMPOS

(Pág. 588 de Manual del Adorador)
Se organiza la procesión con el Santísimo en la misma forma que al comenzar la Vigilia. Al final, irá el Santísimo bajo palio y detrás los representantes de los Consejos Nacional, Diocesano, etc.
Al llegar al lugar previsto para la bendición, el Sacerdote bendice con el Santísimo los campos, y por extensión, todo el trabajo del hombre.
Antes de la bendición, o en el momento de iniciarse la procesión dentro de la Iglesia, puede hacerse una breve monición explicativa.
De regreso a la Iglesia, se da la bendición y se reserva el Santísimo de la forma acostumbrada.
A continuación se canta la Salve Regina o algún otro canto mariano o de Acción de Gracias.

 

La Vigilia de la Adoración Nocturna es esencialmente una Vigilia de oración y adoración centrada en la Eucaristía, en nombre de toda la Iglesia. Nunca podrán faltar en nuestras vigilias: la oración personal y la oración litúrgica comunitaria que nos vincula a la Iglesia. 

La Liturgia de las Horas es la oración que la Iglesia, en unión con Jesucristo, su Cabeza, y por medio de Él, ofrece a Dios. Se llama de las horas porque se efectúa en los principales momentos de cada día, que así es santificado junto con la actividad de los hombres (Laudes al comenzar el día; Vísperas al caer la tarde, Completas al acostarse...).

El Oficio de Lectura, desde los primeros siglos de la Iglesia, era la oración nocturna de los monjes mientras los hombres descansan; la alabanza y la oración del Señor no debe interrumpirse ni durante la noche.